Crisis para el cambio. Duelo para la transformación

En cada momento presente, estamos diciendo adiós a algo y al mismo tiempo estamos abriéndonos a nuevas posibilidades vitales. A lo largo de nuestra vida estamos continuamente despidiéndonos así como recibiendo nuevas situaciones, personas, posibilidades, oportunidades… Para que quepa lo nuevo, es necesario hacer un espacio, a veces no sólo físico, sino un espacio mental , emocional, espiritual y para ello hace falta saber elaborar los duelos, atravesarlos y salir fortalecidos de ellos.

Continuamente estamos haciendo duelos. Todo proceso de duelo implica crisis, cambios; y los cambios implican pérdidas, cosas que dejas y por tanto despedidas que generalmente van acompañadas de dolor. Una de nuestras mayores dificultades es la aceptación del cambio cuando este no es deseado, cuando la vida trae algo que no queremos o nos quita algo que queremos.

Hasta que no aprendemos a decir adiós, no podemos cerrar esas etapas, y sufrimos las consecuencias de un duelo pendiente y continuo, bloqueando la posibilidad de abrirnos a nuevas posibilidades, y vivir el presente.

Pero las crisis y los duelos ayudan no sólo a despedirse, sino a cambiar o a disponerse para los cambios, que tienen unos ritmos que son importantes conocer y respetar.

Aprender a afrontar y comprender las crisis, a elaborar los duelos y las despedidas, es imprescindible para afrontar la vida y poder vivirla de una manera satisfactoria.

En el duelo normal existen 6 procesos básicos que deben darse y que generalmente se van sucediendo unos a otros, aunque no en forma lineal, sino circular, con avances y retrocesos en las etapas:

1.-  Reconocer la pérdida ya que la reacción inicial suele ser la negación: Esto no me puede estar pasando a mi¨, «No es cierto», «Es solamente un sueño», «Me estás mintiendo». Actualmente se entiende esta primera respuesta  como los intentos que nuestro cerebro hace para asimilar la noticia. Por lo tanto las primeras tareas consisten en:

–  Aceptar la pérdida.

–  Comprender la pérdida.

2.-  Reaccionar frente a la separación

–  Experimentar el dolor.

–  Sentir, identificar, aceptar y darle alguna forma de expresión a todas las emociones que se despiertan frente a la pérdida: enfado, ira, tristeza, miedo, etc.).

– Identificar y hacer el duelo por las pérdidas secundarias (por ejemplo, aquello que ya no va a ser, y aquello que una vez fue).

3.-  Recordar la pérdida y reexperimentar la vinculación

–  Recordar y volver a mirar.

–  Revivir y reexperimentar los sentimientos que existían y existen.

4.-  Renunciar a los vínculos previos  y a la concepción del mundo que esto implicaba (por ejemplo, «siempre vamos a estar juntos», «él va a estar siempre apoyándome”)

5.-  Hacer reajustes para moverse adaptativamente dentro de la nueva realidad sin olvidar la anterior

–  Revisar y procesar la concepción del mundo implícita.

–  Desarrollar una nueva relación con la persona fallecida o pérdida.

–  Adoptar nuevas formas de estar en el mundo.

–  Formar una nueva identidad a partir de lo que uno fue con la persona que ya no está más y de las nuevas experiencias que se vivirán ya sin ella.

6.-  Volver a cargar afectivamente nuevas relaciones o personas o actividades, recuperando los intereses, generando otros nuevos y conectándose con los demás.

Durante este  proceso se producen muchas descargas afectivas, episodios de llanto, de tristeza, a veces rabia contra la vida, y una gran actividad del pensamiento. Estas están destinadas a lograr una sana acomodación a un suceso penoso, buscando integrarlo a la vida de esa persona, y así dejarlo libre para seguir adelante de un modo saludable. En psicología se llama a este proceso «elaboración del duelo»,  facilitando el procesamiento de los elementos del duelo, disminuyendo el sufrimiento y favoreciendo la reanudación de las actividades.

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