Es indudable que todos y cada uno de nosotros aspiramos a ser felices. Hablamos de felicidad como si estuviéramos hablando de lo mismo, pero ¿qué es la felicidad? Probablemente existen tantas respuestas como personas. No en vano, filósofos como Kant, Nietzsche y otros pensadores han aportado numerosas y variadas definiciones a este concepto tan trascendente para el ser humano.
En la última década ha proliferado una oleada de mensajes “positivos” con muy buena intención que nos dictan como debemos sentirnos, a qué debemos aspirar y en definitiva “como debemos ser felices”. Esto ha ido unido con el auge de las redes sociales, y nuestra necesidad de compartir nuestra felicidad en ellas.
A decir verdad, este fenómeno me recuerda mucho a los cánones de belleza de los que muchos somos consciente o inconscientemente esclavos.
Ahora han diseñado para nosotros un “molde de la felicidad” que a mi parecer conduce a la frustración, la envidia y la amargura de quienes no conectan con esta euforia casi maniaca.
En mis ya 16 años de experiencia acompañando a mis pacientes en la ardua tarea de encontrar su felicidad, he observado que algunas de las características de las personas que decían sentirse felices: son personas que han trabajado duro para conseguir alcanzar un alto grado de autoconocimiento, aceptación y compromiso con sus propias metas y deseos.
Son personas que a veces sonríen y a veces lloran amargamente, y que sobretodo han encontrado su propia manera de ser felices.
Os deseo una feliz semana (sin Photoshop).